Los rasgos de Fernando III el Santo que nos sirven hoy de guía

Los caballeros de San Fernando de Sevilla tenemos permanente devoción al Santo Rey por ser su figura una de las más prominentes y nobles de la historia de España. Cuando rezando evoco la intercesión del Santo pienso en los valores que tan gallardamente ondeó en el siglo XIII y que están plenamente vigentes hoy. Los que nos asomamos a la historia escrita por nuestros contemporáneos comprobamos con pena cómo a nuestros más grandes santos se les apea el tratamiento: vemos escrito «Fernando e Isabel» a quienes siempre fueron los Reyes Católicos; «Teresa de Ávila» a quién siempre fue nuestra admiradísima Santa Teresa; o en nuestro caso » Fernando III de Castilla» a quién siempre hemos llamado Fernando III, el Santo. Los cristianos no nos enfadamos fácilmente, pero sí nos ponemos tristes ante estos desacatos, Es imposible desarbolar el catolicismo de muchas de las grandes figuras de la historia española sin que éstas pierdan su esencia, por más que se pretenda un análisis estrictamente laico del moderno historiador ateo -o timorato-.

Los que hemos tenido la suerte de estudiar la biografía de San Fernando, constatamos a pesar de ser un rey medieval en una época convulsa y muy distinta a la nuestra, el Santo tenía una personalidad maravillosa cuya huella ha trascendido el paso del tiempo. Tanto es así, que más de ocho siglos después de su muerte sigue siendo una fuente clara en la que queremos vernos reflejados sus devotos y muy especialmente sus devotos sevillanos, por ser «nuestro Rey».

Me permito estas líneas, escritas torpemente pero con mucho amor, para ensalzar su figura y los rasgos más sobresalientes por si algún lector puede aprovecharse de ellos:

– Su Fe: Un rasgo sobresale sobre todos los del hombre, del hijo, del padre, del monarca fue su fe inquebrantable en Dios y en la figura intercesora y fortalecedora de la Virgen María. En la Santísima Trinidad y en la madre de Dios encontraba permanente alimento su alma para cumplir con su fe y con su destino.

– Su Pureza: Decía su madre, la Reina Berenguela que el niño Fernando tenía los ojos «puros como el cielo de Castilla». No sólo sus ojos, también su espíritu y sus intenciones fueron de gran pureza hasta el punto de no interesarle el matrimonio, que hubo de verificar por ser su deber de Estado.

– Su Fortaleza: San Fernando fue un hombre fuerte cuya convicción era que debía reconquistar la península para la cristiandad. El creía ciegamente que ése era su mandato divino y se esforzó para conseguirlo. Es sabido que retomó extensos territorios y plazas notables como Córdoba, Sevilla o Jerez para la corona de Castilla.

– Su tino: Como gobernante fuer San Fernando sagaz y atinado. Advertido de las complejidades de los equilibrios entre sus señores fue justo hasta donde podía serlo un rey medieval en guerra permanente con los musulmanes y con constantes riñas internas. Con todo los reinos de Castilla y León vivieron una época de relativa tranquilidad y prosperidad.

-Su Convicción: San Fernando fue un monarca que actuó con convicción sin importarle la dificulta de la empresa. A menudo enfermó, extenuado por sus esfuerzos, pero siempre se recuperó para continuarlo. No flaqueó.

Amor filial: Decía su madre, la Reina Berenguela que el niño Fernando tenía los ojos «puros como el cielo de Castilla». Al nacer estuvo a punto de morir y eso creo entre ellos un vínculo como sólo puede existir entre una madre y un hijo. Doña Berenguela fue siempre una influencia benéfica, con sabios consejos de Estado y absoluta lealtad. La relación con su padre, Alfonso IX de León fue muy difícil «De dónde os viene a vos, tanta inquina contra nos», se quejaba amargamente el joven Fernando. Aún así cumplió fielmente con el mandamiento de honrar a su padre y a su madre.

Amor paterno: Como padre fue noble y amoroso, especialmente con su sucesor Alfonso X, al que llamarían «El Sabio» dándole mando y poniéndole al frente de la campaña de reconquista de Murcia, con gran acierto. San Fernando fue un buen padre como antes había sido un buen hijo y un buen hermano.

Amor de esposo: San Fernando casó dos veces, primero con Beatriz de Suabia y, muerta ésta, con Juana de Ponthieu. En ambas ocasiones fue por razón de su cargo y por responsabilidad. Con ambas fue amable, agradable y de buen trato y ambas le amaron a él. Muestra icónica del amor de sus segunda esposa es el regalo de la talla de la Virgen de los Reyes, hecha tras la conquista de Sevilla, que la francesa Juana regaló a Fernando. Hoy luce en la Capilla del mismo nombre de la Iglesia Catedral de Sevilla

Su Abnegación: Fernando III, el Santo fue un hombre muy trabajador, que es la expresión que utilizaríamos hoy. Trato de establecer reformas jurídicas que le llevaron mucho tiempo, como lo era la impartición de justicia. Nunca flaqueó, siempre cumplió con su deber.

Su Caridad: San Fernando fue un hombre caritativo que mandaba cuidar del débil y que se apiadó en numerosas ocasiones de enemigos que le habían hecho mucho daño. Fue piadoso también con el vencido tras sus conquistas.

Su Humildad: El Rey Santo desviaba su caballo y salía de la calzada al cruzarse con grupos de peregrinos. Su llaneza a la hora de afrontar los asuntos de Estado fue encomiable, nunca se le nubló el juicio por la grandeza de su figura porque San Fernando era un hombre sencillo y muy humilde. Por eso fue un grandísimo Rey.

Estos rasgos están vigentes hoy y de ellos pueden tomar ejemplo los hombres, mujeres y niños de nuestro pueblo.

Carlos González de Escalada Álvarez
Vice-Canciller
Real Noble y Piadosa Hermandad de Caballeros y Damas de San Fernando de Sevilla